· Proponen su uso y consumo como alternativa para disminuir la desnutrición.
Investigadores de las áreas de Agronomía y Sistemas Computacionales de la Universidad Autónoma de Tamaulipas (UAT) pusieron en marcha el proyecto “Desarrollo y transferencia de tecnología para la producción orgánica de Verdolaga Autóctona (Portulaca oleracea L.) en el noreste de México, como una alternativa para disminuir la desnutrición, fomentando el uso y consumo regional”.
El proyecto aprobado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología y la Secretaría de Ganadería, Agricultura, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Conacyt-Sagarpa) fue presentado por el grupo de investigadores pertenecientes a la Unidad Académica Multidisciplinaria Mante.
Participan, entre otros, la Dra. Reyna Ivonne Torres Acosta; Dr. Felipe Anastacio González González; Dr. Joaquín Torres Mata, Dr. Miguel Angel García Delgado; Dr. Horacio Mata Vázquez, todos ellos docentes investigadores en diferentes especialidades e integrantes de cuerpos académicos de la UAM-Mante.
En su propuesta, destacan que en ciertas zonas de México se consume la verdolaga, sin embargo, a pesar de su amplia distribución se tienen pocos registros de verdolagas recolectados en la zona noreste de México, las principales colectas de material vegetal silvestre han sido en el centro y sur del país.
Señalan también que este cultivo tiene poca incidencia de plagas y enfermedades, por lo cual no se requieren realizar aplicaciones de agroquímicos. Además al ser consumido dejaría de combatírseles como una maleza y serían aprovechados como un producto más de la milpa o sembradío.
Proponen que con la búsqueda de material vegetal autóctono y la producción en invernadero de manera orgánica se apoyaría la economía regional, se combatiría la desnutrición y se favorecería el cuidado del medio ambiente.
En este sentido, se busca obtener diversos beneficios, entre los que destacan el de tipo científico, por la exploración y búsqueda de nuevas variedades autóctonas y la generación de estrategias de manejo y producción masiva para aumentar la disponibilidad de la planta a nivel de campo y laboratorio.
Un beneficio social, para llevar estos conocimientos a las comunidades, productores locales, entre otros; así como de tipo tecnológico, para implementar los procesos y tecnologías de producción en las comunidades.
También se espera un beneficio económico, al fomentar el consumo local, la obtención de productos orgánicos nutritivos de marca registrada y estrategias de comercialización.
Un beneficio ambiental, puesto que la planta carece de plagas y enfermedades y no utilizan agroquímicos; y por último, beneficios en la generación de nuevos conocimientos en torno a obtener nuevas variedades en el mercado local que puedan competir con las variedades ya existentes a nivel nutricional, de rendimiento productivo o que se puedan adaptar a diferentes zonas geográficas con climas diversos.